Apenas subió a su automóvil, llamó a Elisa, una amiga suya que hacía varios años que estaba divorciada. Desde que Analía le había contado que estaba a punto de dejar a su ex esposo, Elisa le insistía en que tenía que salir a divertirse, que no valía la pena quedarse encerrada llorando.
Apenas escuchó la voz de Analía le dijo:
-¡Al fin Analía! Me llamaste justo a tiempo. Hoy me han invitado a una fiesta de cumpleaños y no me daban ganas de ir sola, así que si vos te animás, vamos!
"Bueno, allá voy. No sé bien de qué se trata esa fiesta, pero no importa. Seguro que es mejor que quedarme en el departamento escuchando cantar a mi vecino".
La fiesta era en una mansión bellísima de Villa Belgrano, uno de los barrios más lujosos de la ciudad. Elisa le presentó a los dueños. Había muchísima gente. Los mozos iban y venían con sus bandejas ofreciendo diferentes bocaditos y bebidas. Elisa conocía a muchas de esas personas, así que estuvo un buen rato saludando y conversando con sus conocidos. Analía se escabulló y salió a la galería. Se apoyó en una de las columnas, observando el hermoso parque iluminado. Y de pronto lo vio: un hombre solo, muy buen mozo, parado en la otra punta de la galería. Lo estaba observando cuando sus miradas se cruzaron. Analía miró hacia otro lado un poco avergonzada, pero se dijo "Vamos Analía, saliste de cacería y ahí hay algo interesante". Respiró profundo y fue directo a su encuentro.
- Hola, mi nombre es Analía.
- Hola, mucho gusto, me llamo Nicolás. ¿Estás sola?
- No, vine con una amiga, pero se perdió dentro de la casa...y vos?
- Vine solo, soy amigo de Diego que es el que cumple años. Salí a fumar un cigarrillo...
Siguieron conversando. Analía puso en juego sus mejores armas de seducción, hasta que él le sugirió ir a otro lugar más tranquilo. La habitación de un hotel en las cercanías del aeropuerto fue testigo de una noche agotadora de puro sexo. Cuando despertaron ya había amanecido. Intercambiaron números de teléfono y se despidieron.
Analía volvió a su departamento cansada pero feliz. Mientras tomaba el desayuno, continuó con la lectura...
Apenas escuchó la voz de Analía le dijo:
-¡Al fin Analía! Me llamaste justo a tiempo. Hoy me han invitado a una fiesta de cumpleaños y no me daban ganas de ir sola, así que si vos te animás, vamos!
"Bueno, allá voy. No sé bien de qué se trata esa fiesta, pero no importa. Seguro que es mejor que quedarme en el departamento escuchando cantar a mi vecino".
La fiesta era en una mansión bellísima de Villa Belgrano, uno de los barrios más lujosos de la ciudad. Elisa le presentó a los dueños. Había muchísima gente. Los mozos iban y venían con sus bandejas ofreciendo diferentes bocaditos y bebidas. Elisa conocía a muchas de esas personas, así que estuvo un buen rato saludando y conversando con sus conocidos. Analía se escabulló y salió a la galería. Se apoyó en una de las columnas, observando el hermoso parque iluminado. Y de pronto lo vio: un hombre solo, muy buen mozo, parado en la otra punta de la galería. Lo estaba observando cuando sus miradas se cruzaron. Analía miró hacia otro lado un poco avergonzada, pero se dijo "Vamos Analía, saliste de cacería y ahí hay algo interesante". Respiró profundo y fue directo a su encuentro.
- Hola, mi nombre es Analía.
- Hola, mucho gusto, me llamo Nicolás. ¿Estás sola?
- No, vine con una amiga, pero se perdió dentro de la casa...y vos?
- Vine solo, soy amigo de Diego que es el que cumple años. Salí a fumar un cigarrillo...
Siguieron conversando. Analía puso en juego sus mejores armas de seducción, hasta que él le sugirió ir a otro lugar más tranquilo. La habitación de un hotel en las cercanías del aeropuerto fue testigo de una noche agotadora de puro sexo. Cuando despertaron ya había amanecido. Intercambiaron números de teléfono y se despidieron.
Analía volvió a su departamento cansada pero feliz. Mientras tomaba el desayuno, continuó con la lectura...
Van más de dos meses que Gustavo y yo somos novios. Nos encontramos casi todos los días después que salgo de la oficina, generalmente en algún bar del microcentro de la ciudad. Y casi siempre después vamos a su departamento.Me siento muy bien con él.
El martes lloviznaba. Salí más temprano de la oficina. Habíamos quedado en encontrarnos en una confiteria que queda sobre la Avenida Corrientes. Llegué antes que Gustavo, pedí un café y me puse a observar a través de la ventana como la gente iba y venía bajo esa llovizna persistente: Una señora que caminaba llevando de la mano a un nenito que lloraba desesperado, una pareja de adolescentes que reían abrazados, un vendedor de diarios, mojándose en la esquina…cuando vi aparecer a Gustavo entre toda esa gente. Pero no estaba solo. Venía hablando con alguien, que en un primer momento no reconocí….Pero cuando me dí cuenta quién era, me levanté como un rayo para salir huyendo lo más rápido posible, pero no lo pude hacer. Gustavo me vió detrás del vidrio de la ventana y me saludó mientras cruzaba la puerta sonriente, conversando con ese hombre.
Yo estaba de pie, temblando, a punto de colapsar, mientras ambos venían hasta donde yo estaba. Escuché que Gustavo decía:
-Vení Pablo, que te presento a Analía mi novia-.
Y dándose vuelta hacia mí, con una sonrisa de oreja a oreja, dijo:
-¡Hola mi amor! – se acercó, me besó y continuó diciendo- Me encontré en el Banco con Pablo, mi mejor amigo de toda la vida, y lo traje para que te conociera-.
Sentí un escalofrío en mi espalda y empecé a ver todo borroso, hasta que perdí el conocimiento y caí redonda al piso.
Cuando desperté en los brazos de Gustavo, que repetía mi nombre, vi detrás a Pablo que me miraba asombrado.
Logré balbucear un “Hola” débilmente. Gustavo me ayudó a levantarme y me sentó en una silla. Tengo que reconocer que Pablo se portó como un caballero. En ningún momento dio a entender que nos conocíamos de antes. Yo tenía miedo que hablara de lo nuestro o que insinuara algo…
Cuando me recuperé un poco, me acerqué a Gustavo y le dije al oído:
-Mi amor, ¿podemos irnos por favor?-
Sonrió y me dijo que sí, que no había problemas. Saludamos a Pablo y nos fuimos.
Cuando llegamos a su departamento, estaba tan agotada que me acosté un rato en la cama. Y me desperté a la mañana siguiente con el brazo de Gustavo rodeando mi cintura.
"No estuvo nada mal" se dijo...
(continuará...)
¡¡Qué giro!!
ResponderEliminarEs difícil tratar de perderse en una Ciudad, por muy grande que sea.
Sorprendente el cambio de la Analía actual, creo que me hizo caso jajajajaja.
Un abrazo Maribe, luego nos leemos.
P. D. ¡Qué linda te vez en la foto!
Ah, este hombre promete mucho... Me encanta que las dos protagonistas esten en un buen momento.
ResponderEliminarUna salió de caza y cazó, y la otra, en brazos de su amado, al fin...
Muy bien, muy bien... Viene muy bien un momento de sosiego.
Un abrazo fuerte
fue un suspiro para Analía, que sí eh, hay días bellos y este es uno de ellos.
ResponderEliminarComo siempre bellas tus letras y ellas vos.
un beso María.
Buena táctica el desmayo así no tendría que dar explicaciones a nadie.
ResponderEliminarSaludos.
Humm, yo creo que Analía hizo bien en decidirse a dejar de sufrir y empezar de una vez a tratar de buscar su propia felicidad...
ResponderEliminarNos leemos.
Me alegra que te guste mi foto, muchas gracias! :)
Un beso para vos
Maribé
Hola Antiqva
ResponderEliminarAmbas están en un buen momento. ¡Que lo disfruten!
Muchas gracias por siempre estar...
Besos
Maribé
Ambrosía I:
ResponderEliminarSiempre es grata tu visita.
Gracias por tus palabras tan halagadoras.
Saludos
Maribé
Hola Malque:
ResponderEliminarJa! Ella se desmayó y el otro no habló, menos mal!
Besitos