¿Alguna vez te ocurrió?

Un día se encontraron y se miraron a los ojos y Paff! Caprichosamente, el flechazo de Cupido atravesó tu corazón. Y te dejó distinta o distinto.  No podés evitarlo,  ni entender lo que te ocurre, y tampoco podés disimularlo.

Te lo encontrás o la encontrás, y el día ¡ya tiene otro color! Si cruzan aunque sea un par de palabras, tratás de recordar su voz con el acento exacto con que las dijo. Te cambia el humor, te reís de cualquier cosa, sentís como si un globo de  felicidad se inflara en tu pecho cada vez que se acerca y sentís su perfume. Cada vez que pensás en él o ella, te brillan los ojitos y mil  mariposas revolotean en tu estómago. Te encanta todo de “esa” persona. Te compras ropa nueva, te arreglás el cabello… Definitivamente estás… ¡Enamorad@! Y todos lo notan.

Pero hay un inconveniente…

Vos sabés que esa persona no puede corresponder tu amor porque existe una razón, motivo o circunstancia que va a hacer que todo se complique. Te lo dice tu instinto, te lo dice la lógica, pero aun así, aunque respires su nombre porque sentís que hay onda, por más que quieras negarlo, en el fondo, ya  sabés  que es imposible. 

¡Hay millones de seres humanos  en el planeta y a tu corazón justo se le ocurrió encandilarse con “esa” persona, y  por una intricada razón, es muy difícil que algún día tus deseos se hagan realidad!

Y entonces, cuando ya dejaste caer suficientes lágrimas que limpiaron tu visión, y ya no es posible darle la espalda a lo evidente, llegás a la conclusión que te enamoraste de la persona equivocada….y que tendrás que recorrer el largo camino del olvido haciendo todo lo posible para que se apacigüe la tormenta de reacciones químicas en  tu cerebro causantes de tanto desorden en tu vida emocional…

“El amor como ciego que es, impide a los amantes ver las divertidas tonterías que cometen”, sentenciaba  Shakespeare en 1595  cuando escribió la comedia romántica “Sueño de una noche de verano”. Tal vez te sientas parte de esa historia si el corazón de tu amad@ no te puede acompañar... 

William ya sabía que el amor era ciego, pero si a esto le sumamos que dioses y duendes se divierten con los males de amor de los mortales, como ocurre en la obra, queridos lectores, estamos en el horno…!