Ya amaneció. Mi esposo todavía duerme. Despacio me levanto, me visto para ir a la playa y, sin hacer ruido, salgo de la habitación del hotel. Allá voy. La brisa aumenta a medida que me acerco al final de la calle.
Me descalzo y camino hacia la orilla. No hay nubes. El sol va levantándose lentamente y ya se siente su calor, mientras una suave y fresca brisa se arremolina en mi cuerpo y enredando mi pelo, me acaricia.
Amo caminar a la orilla del mar. Lo hago por donde sé que olas moribundas van a borrar mis huellas.
Respiro profundo como si quisiera atrapar todo ese aire marino, intentando guardar su aroma para recordarlo el resto del año.
Sólo escucho el rumor de las olas, el viento y alguna gaviota que a mi paso levanta vuelo.
Cerca de las ruinas de un muelle, la playa está solitaria y todo el horizonte es para mí. Me dejo invadir por todas esas sensaciones que me hacen sentir llena de vida...
No sé cuánta distancia, ni cuánto tiempo caminé. Decido regresar. Poco a poco la playa va poblándose con sombrillas de colores y niños haciendo castillos...
Y entonces lo veo: mi esposo, sentado sobre la arena y esperándome…
Te dejo el poema de José Hierro para cuando vuelvas a mirar el mar lo miras con ojos nuevos:
ResponderEliminarDespedida del Mar.
Por más que intente al despedirme
guardarte entero en mi recinto
de soledad, por más que quiera
beber tus ojos infinitos,
tus largas tardes plateadas,
tu vasto gesto, gris y frío,
sé que al volver a tus orillas
nos sentiremos muy distintos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.
Este perfume de manzanas,
¿de dónde viene? ¡Oh sueño mío,
mar mío! ¡Fúndeme, despójame
de mi carne, de mi vestido
mortal! ¡Olvídame en la arena,
y sea yo también un hijo
más, un caudal de agua serena
que vuelve a ti, a su salino
nacimiento, a vivir tu vida
como el más triste de los ríos!
Ramos frescos de espuma… Barcas
soñolientas y vagas… Niños
rebañando la miel poniente
del sol… ¡Qué nuevo y fresco y limpio
el mundo…! Nace cada día
del mar, recorre los caminos
que rodean mi alma, y corre
a esconderse bajo el sombrío,
lúgubre aceite de la noche;
vuelve a su origen y principio.
¡Y que ahora tenga que dejarte
para emprender otro camino!…
Por más que intente al despedirme
llevar tu imagen, mar, conmigo;
por más que quiera traspasarte,
fijarte, exacto, en mis sentidos;
por más que busque tus cadenas
para negarme a mi destino,
yo sé que pronto estará rota
tu malla gris de tenues hilos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.
Hermoso poema...Y muy cierto...aunque uno quisiera que durara un poco más esa sensación de inmensidad...
ResponderEliminarMuchas gracias Geoffrey!
El mar tiene algo especial, parece darte energìa aunque estè calmo.
ResponderEliminarMe gusta la foto, la playa.
Son momentos de mucho relax.
Trasmites ese momento tranquilo.
me gusta estar con mi esposo...muchísimo...pero también me gustan los momentos donde estoy sola..
ResponderEliminaryo tambien amo caminar a la orilla del mar.....
María Beatriz, bellos y eternos instantes los que compartes en tu post. El mar tiene ese encanto de llevarnos a una dimensión fuera del espacio tiempo.
ResponderEliminarAgradezco tu huella en La Bitácora de Alchemy. Abrazo grande desde mis Instantes Eternos:
BeT