Mis amigos...

martes, 7 de enero de 2014

Poco a poco

Poco a poco todo en mí cambió. Al principio casi no lo noté, pero una mañana a fines de setiembre caí en la cuenta: el tiempo iba pasando y yo no conseguía hilar las palabras necesarias para armar algunas frases coherentes que pudieran formar parte de una poesía o algún cuento. Pensé que quizás esta rutina, a la que tuve que acostumbrarme de nuevo, luego de tantos cambios abruptos, fue borrando lentamente el lenguaje que había guardado en los cajones oscuros y poéticos de los recuerdos. Mi vida se volvió muy aburrida. Intenté representar a través de un dibujo, algo acerca de ese estado que me mantenía en ese entumecimiento mental, pero no conseguí hacerlo.
Para recobrar el sabor que tenían las palabras para mí, me propuse leer una novela de un famosísimo autor, antes mi favorito, pero irremediablemente y sin darme cuenta, apenas leía dos líneas, dejaba olvidado el libro en algún lugar de la casa. Incluso dejó de importarme lo que decían las personas que me rodeaban y fueron ausentándose, una por una hasta que ya no hubo nadie a mi alrededor. No sentía soledad, en realidad deseaba estar sola. Como si alguien -que no era la que yo era- hubiese usurpado mi cuerpo, y ya dentro de mí, estuviera ocupado recopilando mis pensamientos, los licuara y los drenara hacia el vacío, suprimiendo lenta, pero incansablemente todo aquello que alguna vez fue tan importante en mi vida.
Y así sigo, sin reconocerme en los espejos. Y es por eso que cada día espero que vuelvas, para poder recuperar las palabras que te llevaste de mi. Si algún día regresas, tal vez en el silencio de tu mirada descubra el lenguaje necesario para decirte que te amo como nunca amé a nadie más.









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